Carmen Adams nos escribe sobre el mar y la mar

Hoy os recomendamos un artículo publicado en LNE de Carmen Adams

«Las aguas del Cantábrico, y su inmensidad, han generado en Asturias sueños y esperanzas; pero también patrimonios y riqueza.

Son patrimonios que vienen del mar, de los viajes y los sueños. Son las artes de la pesca, de la construcción naval, del regreso de los indianos con sus casas imposibles y su mirada nueva y abierta. Son los restos de la industria conservera, de las viejas cetáreas. Son las huellas de la memoria histórica y las tradiciones y leyendas. Son los recuerdos de tomar las aguas, de balnearios y casetas. Son los mares pintados por los artistas. Y también los patrimonios para el futuro: los que generan turismo responsable, los de la oferta gastronómica o los de la mirada al mar desde el respeto al medioambiente. Los de los artistas, diseñadores, arquitectos o ingenieros. También los retos de las energías limpias y los aerogeneradores marinos. Todo eso es también Asturias.

Hace más de un siglo, el deseo de conocer lo que existía más allá de ese enorme azul llevó a muchos asturianos a embarcarse hacia América. Unos regresaron enriquecidos; la mayoría, no.

Otras veces, ese mismo mar creó empleos y empresas; desde las tradicionales carpinterías de ribera a los astilleros, la pesca o la industria conservera. Y por supuesto la actividad de sus puertos.

También hay que mencionar los deportes del mar, de la natación a la vela o al surf.

Encontramos, igualmente, la gastronomía que utiliza productos del mar como ingredientes principales, incluyendo la sal, que en la Edad Media ya era para Asturias parte importante de su economía. Sal que resultaba imprescindible para conservar alimentos.

Sin olvidar los patrimonios inmateriales, tradiciones e historias vinculados al mar: ritos, procesiones o siniestros recuerdos que la memoria histórica mantiene vivos.

Y estas cuestiones juntas –unidas a un medio físico de playas, cabos, faros…– ha propiciado una actividad turística singular.

Así, todo eso es el mar, y también es Asturias. Y sus patrimonios.

Patrimonios como los propiciados por la emigración a América. Los indianos, asturamericanos los llamaron también, trajeron a su regreso de ese viaje hacia un sueño, mucho más que ostentosos y polícromos palacetes. Volvieron con las mentes más abiertas, un cosmopolitismo que sólo se consigue conociendo lo diferente. Y construyeron grandes casas; pero también escuelas y centros de formación profesional. Y fueron conscientes del abandono y atraso de sus pueblos, y trazaron carreteras y financiaron saneamiento y mejoras para sus aldeas de origen. Porque Asturias sin América, no sería lo mismo.

Entendiendo así el mar como lugar de encuentro –como vía de comunicación entre culturas, como el sueño de quien se arriesga– el viaje se convierte en patrimonio. El viaje como elemento de unión, como hilo conductor que exalta las concordancias y respeta las diferencias, que a su vez generan sinergias enriquecedoras.

Al mar se debe también, como es obvio, la actividad pesquera y la necesidad de mantener un producto tan delicado. Surgen así las salazones y las conservas. Esta última actividad generó en Asturias numerosas fábricas, cerradas hoy en su mayoría o trasladadas a otros territorios. No obstante, para el recuerdo, quedan algunos edificios abandonados, como el de Albo erigido en 1895 o el de Remo en Carreño; ambas empresas en activo hasta principios del siglo XXI. También en Candás, con mejor suerte, el inmueble que Mariano Marín diseñó para Ortiz y que el estudio de Rogelio Ruiz recuperó con exquisitez y convirtió centro polivalente. Y tantos otros en San Juan de La Arena, Ribadesella…

Peor fortuna sufrieron inmuebles como el de Pesquerías Asturianas en Luanco, que concibiera Sánchez del Vallado en la segunda década del siglo XX, con un curioso sistema de refrigeración por medio de agua en la cubierta. O Alfageme en Carreño, donde ahora hay un parque, bajo el cual se custodia un interesante conjunto de patrimonio mueble vinculado a la industria conservera, que fue catalogado por un equipo de la Universidad de Oviedo, que tuve la oportunidad de dirigir.

Alfageme también de otros recuerdos. De tragedias como el asesinato del abuelo y el nieto durante la Guerra Civil. Apellido también vinculado a patrimonios materiales como el cementerio de San Bernardo que la familia sufragó y que mira al mar. Como también lo hace desde su atalaya la necrópolis de Luarca. La vida y la muerte frente al mar.

El mar también vinculado al ocio. Gijón, Ribadesella o Luarca son playas y balnearios ya desde el siglo XIX. Decía Fermín Canella en su obra Asturias en 1895: «a nuestras playas buscando salud y esparcimiento, vienen todos los años veraneantes innúmeros…». Y esto lo corroboran las ilustraciones que se publicaban entonces en revistas como «La Ilustración Gallega y Asturiana», » La Ilustración Española y Americana» (con dibujos de Comba y Rico) o en las fotos de Arturo Truan aparecidas en «Blanco y Negro».

Pero también de patrimonios inmateriales vinculados al mar, tiene mucho Asturias. Los que la memoria histórica rescata justamente del olvido; pero también ritos, tradiciones o maneras de hacer las cosas: de las artes de la pesca, la caza de ballenas, a los viejos astilleros o la carpintería de ribera. Sin olvidar las fiestas marineras como L’Amuravela de Cudillero y los bandos de Llanes, pasando por los cultos religiosos a imágenes venidas del mar.

Patrimonios del mar que crean riqueza en el siglo XXI. A veces a través de la mirada del viajero con ofertas variadas: desde hoteles lujosos en las viejas casas de indianos que invitan a soñar con siestas cálidas en el Caribe, a otros que se proponen ahora en antiguos faros, para quienes busquen la percepción de lo sublime en ese mismo océano.

O apuestas de jóvenes diseñadores como la de la joven de Castropol Alba Castro, que con 22 años acaba de ganar el V Premio de Diseño Anfaco-Fundación Banco Sabadell, con su propuesta para renovar en lo formal las cajas de conservas de pescado.

Y los retos medioambientales y la mirada a las nuevas fuentes de energía, con aerogeneradores instalados en alta mar.

Sin olvidar, por supuesto, toda la propuesta gastronómica vinculada con el mar y con los productos que vinieron del otro lado, de América. Los patrimonios generados por la elaboración en los fogones. Los restaurantes donde la cocina se convierte en patrimonio en una Asturias cada vez más presente en los listados de excelencia internacionales. Pero estos asuntos demandan que otro día pongamos ahí la mirada de esta Asturias que sorprende.»